Existe un fenómeno conocido como “cultos del cargamento”, que fue llamado así porque durante la segunda guerra mundial, aviones de cargamentos lanzaban alimentos y otros objetos a los habitantes de unas remotas islas de Oceanía pobladas por indígenas con un contacto limitado con el resto del mundo y con un desarrollo tecnológico limitado. Los habitantes de estas islas consideraban que los cargamentos en sí eran bienes enviados por los dioses para facilitar su existencia, por lo que acabaron divinizando y adorando aquellas herramientas que resultaban tan útiles.

Puede que algo parecido esté ocurriendo hoy en día con esa especie de “culto” a las herramientas tecnológicas que nos lleva, incluso, a confiar más en ellas que en las personas.

Hay empresarios que, por disponer de herramientas tecnológicas u otros elementos externos, creen tener ya una estrategia de transformación. Sin embargo, la transformación organizacional es un proceso mucho más amplio y complejo, que no se reduce solo al uso de nuevas herramientas o a las ventajas que estas ofrecen, en esencia, es un proceso de las personas que requiere conocer y atender sus necesidades, sus expectativas más profundas y cómo evolucionan sus percepciones y el entorno.

Herramientas como la digitalización de procesos, una página web o una estrategia de marketing son válidas, pero, simplemente, son eso: herramientas del contexto, vehículos para transmitir los elementos psicológicos que aporten valor a los resultados y produzcan el impacto esperado de un proceso de transformación empresarial sostenible.