En el ámbito organizacional, en ocasiones se entiende la autoridad como una herramienta de poder y se piensa que el rol de autoridad se legitima si se logra imponer o infundir el miedo, algo que vemos reflejado en sentencias como: “Aquí, quien da las órdenes soy yo” o “No te pago para que pienses”, mensajes que debilitan el potencial evolutivo de las personas, o lo que es lo mismo, el potencial evolutivo de cualquier organización.

Plantear un proceso de transformación organizacional puede generar mucha disonancia, ya que, por un lado, implica un reajuste, dejar atrás formas de hacer cosas que ya conocemos, una autocrítica para cuestionar nuestros propios sesgos y asumir nuevas formas de comportarnos y relacionarnos. Pero, por otro lado, no podemos olvidar que hemos sido “programados” para experimentar miedo o angustia cuando nos movemos a situaciones nuevas o diferentes que no controlamos, en lugar de curiosidad.

En un proceso de transformación, el miedo, sin duda alguna, será el mecanismo de defensa que mejor explique la resistencia individual y grupal a pasar por momentos de desequilibrio.

Si el miedo es la principal emoción que nos paraliza psicológicamente y nos impide evolucionar es conveniente saber que en esencia el miedo tiene 3 características:

En primer lugar, es una emoción instintiva que se expresa igual en las personas que en los animales, es una reacción adaptativa frente a estímulos amenazadores. Sin embargo, los humanos, a diferencia de los animales, tenemos una complicación: ya sea por nuestra capacidad de invención o por la influencia del entorno social, es fácil que podamos imaginar o autoconvencernos de peligros o espejismos, que en el plano real no estén presentes.

En segundo lugar, ante la incapacidad de prever y lidiar con las conmociones económicas, sociales o de salud, el miedo se convierte en una emoción onmipresente y es muy probable consolidar mentalidades reactivas a corto plazo que terminen valorando más la seguridad que la oportunidad. La consecuencia de que la precaución se convierta en inacción es clara: nuestra capacidad de adaptación se debilita.

Y en tercer lugar, debemos saber que el miedo está en la base de todas las parálisis psicológicas, tanto las individuales como colectivas, desde las más leves a las más graves.

El miedo no administrado, no atendido y explicitado, puede ser ese gran gigante que nos impida una transformación organizacional sostenible. Debemos aprender a administrar, primero, nuestro propio miedo y después el de nuestro equipo, evitando la incertidumbre y los rumores. Para ello, conviene ofrecer información clara y transparente sobre los objetivos y el alcance de una transformación y asegurarse de ofrecer una generosa provisión de seguridad que permita aumentar la confianza en el interior de nuestras organizaciones y convertir toda la energía que puede consumir el miedo y la angustia en energía de motivación al cambio.