Ninguna organización podrá evolucionar por encima del nivel de evolución alcanzado por sus líderes.

Muchas veces iniciamos procesos de transformación organizacional saltándonos la pregunta más básica: ¿qué tengo que cambiar yo? Omitir esta pregunta por parte de los jefes o directivos es sin duda una de las barreras más frecuentes que impiden una transformación organizacional sostenible.

Si actúas como jefe o directivo, seguramente esperarás que los demás sean los que cambien, pero si asumes un verdadero rol de liderazgo sabrás de forma casi natural que tú eres el primero que debe transformarse, comprenderás que tu forma de pensar y actuar tiene un impacto directo en el sistema y que tu mayor reto como líder es ofrecer lo mejor de ti mismo para captar lo mejor de las mentes y corazones de los demás.

No existe una definición especifica aceptada o unívoca sobre liderazgo sostenible y resulta prácticamente imposible establecer reglas sobre un constructo que tiene más de arte y de ética que de ciencia. Coexisten tantos relatos de liderazgo como líderes en el mundo, y ante un concepto tan líquido y difícil de definir, lo que debemos saber es que un modelo de liderazgo es una forma de concebir el mundo, de concebir las relaciones con los demás y de entender los procesos de poder y de influencia.

Desde mi punto de vista, en la era digital, los liderazgos sostenibles van a ser liderazgos que, en sintonía con el futuro, tengan claro dos objetivos: automatizar procesos y desautomatizar a las personas.

El primero se logra con la incorporación de herramientas tecnológicas, pero el segundo es el verdadero reto del liderazgo sostenible, ya que, para lograrlo, será crítico poner a las personas en primer lugar, comprender que todos tenemos algo que aportar, que hay un eslabón disponible para todos, que no sólo se trata de conseguir resultados o dirigir personas sino de unir inteligencias y no perder ninguna en el camino.

En definitiva, cualquier modelo de liderazgo que pretenda ser sostenible, requiere a mi juicio, de tres aspectos críticos:

  1. Deben ser liderazgos inclusivos, capaces de atender el pluralismo en un entorno global y socialmente diverso.
  2. Deben también ser liderazgos compartidos, sin necesidad de cargo, acordes a la cultura de la cooperación y la generosidad eficiente. Se trata de dar paso a una nueva concepción del liderazgo, ya no como un rol asociado a un cargo o a un individuo, sino como una conducta que pueda emerger de forma implícita, de manera espontánea e informal, y que pueda ser asumida en todos los niveles, áreas, departamentos y personas.
  3. Y por último, debe ser un liderazgo centrado en principios, capaz de sobrevivir a las modas y tendencias de los entornos volátiles, inciertos, ambiguos y cambiantes en los que habitamos.